Hace unos años el Roller Derby comenzó a tomar impulso
en Argentina. Cada vez hay más equipos.
Cientos de chicas practican este deporte en todo el país. Hay ligas,
campeonatos y mundiales. De a poco las jugadoras nacionales se posicionan entre
las mejores. ¿En qué consiste esta disciplina que permite el contacto físico?
En ASTERISCO presenciamos varios partidos y hablamos con Paula Álvarez,
jugadora y fundadora de las Arpías, uno de los primeros equipos autogestionados
del país.
Por Agustín Jamele
Por Agustín Jamele
Sábado. Tarde de sol. Parque Chacabuco
está lleno de gente. Desde el colectivo se puede ver a cientos de familias
disfrutar los primeros días lindos de primavera. El chofer para sobre la
Avenida Asamblea y continúa su recorrido. Un grupo de nenes, de unos 10 años,
corren mientras juegan al fútbol. El objetivo es meter el gol en un arco
imaginario que tiene dos buzos como palos.
Están por comenzar los partidos de Roller
Derby. El problema es que el lugar es gigante y no hay indicaciones. Cientos de
hombres y mujeres practican actividades pero ninguna sobre patines. Diez o
quince personas con tambores realizan bailes al ritmo de la música. Unos metros
más adelante por $20 los chicos pueden entrar en unas pelotas gigantes de
plástico. Chocan entre sí sin miedo a lastimarse ya que el armatoste los
protege de las caídas.
“Tenés que seguir el camino. Abajo de la
autopista está la cancha” Una señora gentil indica con la mano el recorrido. Hay
unos edificios ¿La cancha estarán ahí dentro? No,
es literal debajo de la Autopista 25 de Mayo. Hay bastante gente, la mayoría
sentada y algunos parados delante de un puestito. Venden bebidas, panchos y
tortas. Una bandera deja ver la leyenda “Ayudanos a viajar”.
El Roller Derby es un deporte de contacto, principalmente femenino. Se juega sobre patines en una pista circular. Durante
dos tiempos de 30 minutos ambos equipos intentan sumar puntos dando vueltas
completas. En total entran 10 jugadoras, cinco por cada bando. Cuatro de ellas
son bloqueadoras y la última es Jammer o anotadora. En pocas palabras, la jammer es la que
intenta pasar entre las bloqueadoras para dar la vuelta y sumar puntos. Lo
difícil es que para hacerlo debe golpear a sus contrincantes ya que el contacto
está permitido.
Hay cuatro árbitros que se paran en el
centro para controlar. Usan rollers y al igual que las competidoras casco,
coderas y rodilleras. Uno de ellos da inicio. Al principio es difícil entender
algo. No es como nada que se haya visto antes. No es carrera de patines ni
rugby, los dos primeros deportes que se vienen a la mente. Las chicas se pegan,
caen y vuelven a levantar. Así varias veces. En cierto punto se convierte en
una danza hipnótica. Luego de 10 minutos es imposible apartar la vista.
Una y otra vez se repiten los movimientos.
Cada tanto algún referee sanciona y una jugadora sale de la pista. Chocan, caen
y vuelven a empezar. Las camisetas, aparte del número, llevan un nombre
ficticio. Panic at the pista, Machete y Darth Piby son algunos de ellos. Hasta
los árbitros tienen apodos es su vestimenta. A uno lo llaman Mono Loco. Chocan,
caen y vuelven a empezar.
El partido termina y sé que hay un equipo
ganador pero no entiendo bien por qué. Las competidoras están cansadas, con las
caras rojas del esfuerzo pero felices. Una se acerca a las “gradas”.
-¿Y? ¿Les gustó? Le pregunta a un grupo de chicas a las cuales
presenta como sus compañeras de trabajo.
El resto del equipo comienza a llegar y se
sienta para sacarse los rollers. Muchas tienen tatuajes. En el muslo, en el
hombro y en el pecho. Son los lugares donde se ven dibujos impactantes. Entre
ellas está Paula Alvarez, jugadora de las Arpías.
-Empecé a practicarlo cuando
tenía 27 años. La realidad es que toda la vida patiné apasionadamente con
rollers pero siempre amateur. Nunca había hecho patín artístico ni ninguna
disciplina con patines.
Se
nota una gran amistad entre quienes juegan al Roller Derby. El hecho de haberse
pegado hace 15 minutos parece no importar. Una vez que finaliza el encuentro
las agresiones también. Paula se va unos minutos y vuelve con un pancho. En el
interín veo como calientan las próximas gladiadoras o luchadoras que entrarán
por todo o nada.
El
segundo partido está por empezar.
-No
se exactamente cuándo ni cómo escuché hablar por primera vez del deporte,
quizás me dieron flyer en algún recital. Sí puedo decir que tuve un primer
contacto con patinadoras en la muestra "Patinadora Suicida" de Lean
Frizzera, un muralista amigo. Me cuenta Paula mientras termina su almuerzo.
Se
escucha el pitido del árbitro que da comienzo al encuentro. Todos observan con
detenimiento. Nadie quiere perderse los detalles. Esta vez me da la sensación
que el partido es más violento. Cada dos minutos una jugadora sale sancionada.
Sin embargo, los espectadores aplauden, gritan y alientan.
-Lo primero que me llamó la
atención de este deporte fue la posibilidad de aprender a patinar desde la
técnica, como para hacer feliz a la pequeña interior que nunca había concretado
su sueño de hacer patín. Claro que patinar no es ni un 50% de la disciplina, ya
que se trata de un deporte de contacto, de equipo, de estrategia y de
autogestión. Al poco tiempo descubrí que era un lugar donde podía superarme día
a día, un lugar para aprender de perseverancia, de compromiso, de trabajo en
equipo y de libertad.
Paula habla con pasión. Hay algo en los deportistas amateurs que llama la atención.
Allí, debajo de la 25 de Mayo nada es por plata. No hay fama, sponsors o Juegos
Olímpicos. En ese lugar, bien al fondo del Parque Chacabuco sólo hay ganas,
motivación y amor por el juego. Me interesa saber por qué Paula se levanta los
sábados para golpearse.
-Es hermoso. Es ponerle el
cuerpo y la mente en un 100% a la situación, y dar siempre lo mejor de uno.
Para mi familia es horrible que me ande golpeando, para mi novio es un garrón
verme los moretones, pero son gajes del oficio. Al principio tenía miedo, pero
la verdad es que con el tiempo me di cuenta que era lo que quería hacer y que
me hacía sentir genial. Creo que es difícil explicar lo que se siente hasta que
te pones los patines y estas ahí, sos feliz y fuerte como nunca.
El segundo encuentro termina y
también la tarde para los presentes. La mayoría saluda y se va. Algunos se
quedan para hablar un rato más. Paula comienza su vuelta a casa. Trabajo,
familia y otras obligaciones estarán esperando por ella. Sin embargo, durante
algunas horas a la semana puede ser libre sobre sus patines. Recibirá algún que
otro golpe pero siempre se levantará para seguir jugando. Es sorprendente lo similar
que puede ser el Roller Derby a la vida misma.
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