Quizá muchos de los estudiantes de periodismo que lean
esto tienen dudas sobre si acertaron o no con la carrera que eligieron. Acaso
se habían hecho otra idea de lo que encontrarían al emprender este camino. Tal
vez les faltó información previa. Y
ahora les parece que aquello que imaginaron no está a su alcance, que se
equivocaron.
Estas líneas, escritas por un viejo periodista
enamorado de eso que ha hecho y enseñado toda la vida, acaso sirvan para que
alguno de los confundidos dejen de estarlo. Por lo pronto responden algunas de
las preguntas que más veces se le formularon en todo este tiempo.
EL PERIODISMO NO ES UN TRABAJO, NO ES UNA PROFESIÓN,
NO ES UN OFICIO, NO ES UN ARTE. EL PERIODISMO SE PARECE MUCHO A UNA AVENTURA.
En ningún lugar fuera de una redacción uno puede
sentir tan claramente la posibilidad de que cada día de trabajo sea distinto al
anterior.
En ningún otro lugar uno está expuesto, de repente, a
ocuparse de un tema que va a atraparlo, que incluso puede cambiarle el modo de
pensar y de ver las cosas, y hasta la vida. Si alguien duda de lo que digo
puede preguntar por ejemplo a quienes recibieron un día la noticia de la muerte
del soldado Carrasco, en Neuquén, y empezaron una investigación que culminó con
condenas a los responsables -o al menos
a algunos de ellos- y con la supresión del servicio militar en la Argentina. También
puede hablar con quienes debieron cubrir el atentado a la sede de la AMIA, o el
incendio de Cromagnon, o la noticia del Papa Francisco.
En ningún otro lugar se percibe tan claramente la
combinación entre individuo y equipo, porque el que firma la nota, el que va al
lugar para después contar qué y cómo pasaron las cosas, es uno solo, pero
detrás de él hay un montón de gente que hace posible leer, ver u oír lo suyo.
SER PERIODISTA NO ES FÁCIL, NO ES PARA CUALQUIERA.
Requiere vocación, entusiasmo, ganas. Para no rezongar cuando nos toca hacer
una guardia larga esperando información, tenemos que estar seguros de que vale
la pena eso que estamos haciendo: eso que puede representar dormir menos,
perdernos una salida que teníamos preparada, interrumpir las vacaciones o incluso
recibir algún golpe, una amenaza, o ir presos. Porque nos encanta, porque nunca
haríamos otra cosa.
Eso sí: para sacarle bien el jugo a la mejor actividad
del mundo, como es el periodismo, hay que FORMARSE MUY BIEN. No alcanza con que
compremos un grabador, le pongamos pilas nuevas y salgamos a la calle a
preguntar cualquier cosa a cualquiera.
EL BUEN PERIODISTA ES CURIOSO, y como curioso que es
quiere saber siempre más, se interesa por estar permanentemente actualizado, pero
tiene que saber de qué está hablando. Nadie le pide que sea erudito en todo,
pero sí que sepa valorar lo importante cuando escucha a los que sí son
eruditos. Hoy ese saber es más fácil de conseguir mediante Internet. Pero hay que tener ganas de buscar más, de
averiguar.
EL BUEN PERIODISTA ESTÁ SIEMPRE ÁVIDO DE SABER. Y
entonces pregunta, pregunta y pregunta: en clase y fuera de ella, al profesor
de la materia y a otro que no lo es. Pregunta, escucha, entiende. Y después,
sólo después, habla o escribe. Créanme: en dos materiales sobre un mismo asunto
se nota enseguida cuál fue escrito por alguien con eso que suele llamarse
“cultura general” y con el suficiente fuego periodístico, y cuál no.
La herramienta básica e imprescindible del periodista
no es el grabador, ni la compu, ni el teléfono, ni la BlackBerry, ni ningún
otro de los tantos aparatos y programas que casi todos los días salen a la
venta en el campo de la comunicación. LA HERRAMIENTA BÁSICA DEL PERIODISTA ES
EL IDIOMA. Tenemos la gran suerte de que el nuestro es el castellano, rico y
lleno de matices. HAY QUE CONOCERLO A FONDO, mejorar ese conocimiento día a día,
aprovechar la riqueza de nuestra lengua para expresarnos cada vez mejor y ser
más comprensibles para quienes nos leen o nos oyen.
EL BUEN PERIODISTA HACE INTERESANTE LO IMPORTANTE. Ésa
es una regla de oro que siempre debe tenerse en cuenta. Estemos seguros: no hay
tema, ninguno, que no pueda ser presentado al receptor en forma atractiva.
LA SEMILLA DEL BUEN PERIODISMO CRECE SÓLO EN UN SUELO
DE LIBERTAD. Por eso el periodista debe defender la vigencia de los derechos y
garantías personales que figuran en la Constitución. No se trata de hacerlo
“por el patrón” o “por la empresa”. Es el periodista quien necesita que la
libertad de expresión sea un derecho efectivo para que su trabajo tenga sentido
y sirva a sus destinatarios. Porque más allá de lo que digan los papeles y las
normas, LOS ÚNICOS DERECHOS CON QUE REALMENTE CUENTAN LAS PERSONAS SON AQUELLOS
QUE PUEDEN DEFENDER. Por eso el periodismo debe respaldar la división de
poderes, la independencia de los jueces y la existencia de una prensa libre. El
periodista puede desplegar su talento y hacer honor a la belleza de su labor si
existe la suficiente libertad como para que los poderosos sean criticados y
para que esa crítica no redunde después en riesgos para nadie.
En síntesis: quien sienta que tiene vocación de servir
a la gente contándole profesionalmente lo que la gente necesita conocer,
interpretándole lo que ocurre y ofreciéndole la propia opinión por si es útil a
quien la recibe, sepa que no se equivocó al ponerse a estudiar Periodismo. Sepa
también que eligió una tarea sublime, que pide mucho y da mucho, aunque en este
último caso no siempre sea en términos materiales.
¡Bienvenidos a bordo, entonces! Y que nadie se
preocupe por tener dudas. De ese material, de las inseguridades, de los
cuestionamientos, de las autocríticas, está hecha la mayor parte de la fascinante
vida humana. La de los demás y la propia.
(*) Periodista profesional. Profesor de la Carrera de
Periodismo de la USAL desde 1986.
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